Vivimos rodeados de leyes y normas. Continuamente nos dicen eso de: la ley dice, según la ley tenemos que… y sin embargo Jesús nos habla de una norma muy clara y sencilla sin números ni muchos preceptos: AMAR y Amar con ese amor inseparable que no se puede dar el uno sin el otro, amar a Dios y amar al prójimo.
Amar es una experiencia hermosa que no se puede definir, hay que vivirla. Pero el amor siempre es exigente y amar de manera gratuita desde y con el calor del corazón no es fácil.
Si a este amor le pongo rostros y nombres concretos de personas, descubro los de mi familia, los de mis amigos y los de esas personas cercanas a las que es fácil escuchar, perdonar, cuidar y querer pero también descubro otros rostros en mi día a día, algunos poco atractivos, rostros de personas no tan cercanas, con ideas diferentes a las mías, con modos de actuar que no me gustan, otros que reflejan dolor y bañados de lágrimas, rostros de soledad y con necesidad de ser amados…
Y es sobre todo en éstos donde tengo que ver a mi prójimo y donde Jesús quiere que ponga todo mi empeño en amar.
Como compromiso una reflexión y una acción:
- Preguntarme cómo amo a Dios y cómo amo a las personas, qué rostros llevo en mi corazón, qué personas me importan y cómo me importan y de qué personas debería hacerme más prójimo y mirar con otros ojos.
- Amar con el corazón, de una forma gratuita, desinteresada y compasiva que se traduzca en ayudar, perdonar, respetar, compartir, acoger y agradecer.
R.A.