El evangelio de este domingo relata el encuentro de Jesús Resucitado con dos discípulos camino de Emaús. Siempre me ha parecido un texto precioso con el que me identifico mucho.
Los discípulos iban caminando y discutiendo de algo que no entendían, que no habían llegado a comprender porque, como nosotros mismos, tenemos nuestra propia visión de las cosas, nuestra forma de pensar cómo deberían ser, nuestros deseos para que sean como nosotros creemos o queremos y cuando no sucede así nos frustramos, no entendemos y no queremos ver.
Por eso, cuando se les acercó Jesús por el camino NO LE RECONOCIERON. No estaban preparados para reconocerle, no habían comprendido la esencia de su mensaje.
Jesús caminó con ellos, volvió a hablarles y, al final de la jornada, compartió con ellos el pan, fue entonces cuando le reconocieron, cuando se acercaron a la fuente de vida que es Jesús en su cuerpo y sangre.
¡Qué difícil vemos todo cuando queremos ser nosotros solos los que nos enfentamos a las dificultades! Y qué distinto se ve cuando nos acercamos a la Eucaristía, cuando recibimos al Señor en nuestra vida, de ahí es de donde debemos sacar la fuerza para nuestro caminar diario, ahí es donde siempre va a estar con nosotros.
Los discípulos iban caminando y discutiendo de algo que no entendían, que no habían llegado a comprender porque, como nosotros mismos, tenemos nuestra propia visión de las cosas, nuestra forma de pensar cómo deberían ser, nuestros deseos para que sean como nosotros creemos o queremos y cuando no sucede así nos frustramos, no entendemos y no queremos ver.
Por eso, cuando se les acercó Jesús por el camino NO LE RECONOCIERON. No estaban preparados para reconocerle, no habían comprendido la esencia de su mensaje.
Jesús caminó con ellos, volvió a hablarles y, al final de la jornada, compartió con ellos el pan, fue entonces cuando le reconocieron, cuando se acercaron a la fuente de vida que es Jesús en su cuerpo y sangre.
¡Qué difícil vemos todo cuando queremos ser nosotros solos los que nos enfentamos a las dificultades! Y qué distinto se ve cuando nos acercamos a la Eucaristía, cuando recibimos al Señor en nuestra vida, de ahí es de donde debemos sacar la fuerza para nuestro caminar diario, ahí es donde siempre va a estar con nosotros.