Mucho se puede hablar de este texto, de las actitudes de María, de José; de los pastores, del significado del anuncio etc…
Pero en esta ocasión si me lo permitís, quisiera impelentemente destacar una pequeña frase, anecdótica, sin significado pastoral ni teológico; Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido […] contaron lo que habían oído […] y todos los que los escuchaban…
Por ubicar a los que no hayan leído el evangelio, los pastores acuden corriendo al portal, encuentran a la Sagrada Familia y cuentan el anuncio del ángel… pero el evangelio continua “y todos los que escuchaban”. ¿Había mas personas que la familia y los pastores?. Parece que si.
El pesebre, portal, establo, cabaña o cueva (que cada cual tome la tradición que más le guste) es lugar de encuentro y de acogida.
Olvidémonos de anuncios mesiánicos… las personas de Belén o Nazaret (De nuevo que cada cual escoja por tradición o por historicidad) se congregan en torno a un recién nacido. Posiblemente a conocer al hijo de “José” y María, a contribuir con una pequeña ayuda, una palabra o simplemente para dar compañía en una suave noche. El pesebre es como el hogar, el Niño es el fuego que da calor y en torno al cual la humanidad se congrega para compartir unos instantes de su vida con vecinos, con unos forasteros, con una madre primeriza, con un niño que hace las delicias de todos. Un lugar tan agradable en el que permanecemos y contamos historias, misteriosos anuncios de buenas nuevas, palabras importantes que orienten nuestras vidas, pero también las pequeñas vivencias del día, insustanciales palabras sobre la meteorología, chistes y anécdotas. Gentes entorno a un niño siendo acogidos y acogedores a un mismo tiempo, compartiendo su vida y queriendo al prójimo.
Esta noche del 31 de diciembre, todos hemos hecho lo mismo, nos hemos reunido en torno a una mesa, a una televisión, a un reloj, a una pista de baile… con buenos propósitos, con palabras alegres, incluyendo en nuestras buenas noticias, en el anuncio de un feliz año nuevo a todo aquel que quisiese sumar alegría y recibirla también. Cierto es que es algo efímero, un gozo fugaz e incluso en algunos casos desmedido e infructuoso; pero en el interior de todos nosotros, es nuestra mas íntima profundidad…hay una llama, un ascua del fuego de ese pesebre. Alimentémoslo para que todos los días acudamos junto a esa cueva, cabaña, portal o establo, acogiendo y siendo acogidos, recibiendo y dando amor a familiares, amigos, conocidos pero también a forasteros, a recién nacidos, a pastores con mensajes y anuncios. Convirtamos nuestras casas, nuestros trabajos, nuestras parroquias etc… en lugares amables para todas las personas, donde puedan encontrar reposo y una persona amiga que sea “calor” emanado del pesebre en el que nació un niño, y que fue centro de una noche de hermandad y unión de todo aquel que anduvo cerca en una suave noche de invierno de hace 2013 años.
R.G