El Evangelio de hoy y me invita a vivir la experiencia que tuvo la samaritana con Jesús.
Lo que en principio era un encuentro con un desconocido, se convierte en un reencuentro consigo misma y un encuentro con Dios.
Imagino la escena: Jesús cansado junto al pozo se salta los prejuicios que dificultaban el contacto entre hombres y mujeres y el diálogo imposible entre judíos y samaritanos.
Y escucha y habla con aquella mujer que llega buscando agua pero que trae también una sed más profunda: de sentido, de amor, de vida y de Dios.
Jesús le ofrece un agua viva, con un sabor diferente y que calma la sed para siempre.
El Evangelio nos deja claro que Jesús sale al encuentro, que siempre se adelanta y toma la iniciativa para ofrecernos ese agua viva. Que si tenemos actitud de búsqueda, cualquier lugar y cualquier momento es bueno para el encuentro con Jesús. Y que ese encuentro nos hace más sensibles a la sed de los demás.
Yo, a veces también estoy cansada, otras veces me siento inquieta, intranquila y sedienta de felicidad, de amor, de escucha, de ternura, de vida…Por eso, Señor, dame de tu Agua Viva y como la samaritana, que me ponga en camino.
R.A.
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