Siempre
que hago una lectura de este evangelio resuena en mi cabeza un pequeño dicho muy
conocido “la confianza da asco”, parece que por el exceso de familiaridad es por
lo que no somos capaces de reconocer la grandeza de aquello que tenemos más
cerca. Esta es siempre mi primera lectura del Evangelio, aunque me temo…muy
equivocada.
Pero
antes aportemos el contexto. El evangelio del domingo pasado tenía
como escenario el mismo que el del presente; la Sinagoga de Nazareth. Los
vecinos del pueblo conocían a Jesús, lo habían oído hablar en ese espacio muchas
veces. Pero tras unos meses de ausencia, su vecino regresa. Los rumores y
comentario le preceden. Como en otras ocasiones Jesús acude a la reunión del
Sabbat y confirma lo que muchos han oído; Soy el Mesías. Pero precisamente
porque lo conocían les asaltan las dudas y los reproches. ¿Por qué tras vivir 30
años con nosotros no lo sabíamos? ¿Por qué no ha realizado curaciones aqui con
sus paisanos? ¿Por qué hay gente que ha muerto, sufrido etc puerta con puerta
del Mesias sin que haya hecho nada?
La
respuesta de Jesús es; Nadie es profeta en su tierra. Esto es, precisamente por
la familiaridad, por el trato diario no fueron capaces de reconocerle, de
entenderle, de apreciar lo que decía, vivía y sentía. Y un reproche implícito…
el pueblo al que se le han dado todas las señales, todos los mensajes
y que se supone pronto a la espera, es el que es incapaz de estar
atento y despierto en la llegada del Mesías. Habrá otro pueblo, el de los
gentiles, que si lo reciba. (El evangelista Lucas escribe especialmente para los
cristianos de tradición gentil o pagana)
Occidente
en estos momentos es el pueblo de Nazareth. Estamos a la espera de alguien o
algo que no sabemos verbalizar (líderes políticos, sistema económico sostenible,
felicidad etc…) y nos sentimos huérfanos de profetas y de guías.
La Iglesia en muchas ocasiones también está en esta misma
situación; “cubrir” vacantes de líderes espirituales es en nuestros días como un
mero formalismo, nadie sabe quiénes son, que carismas tienen, que trabajo
desempeñan… y sobretodo los sienten, los siento, como lideres
lejanos o profetas sin voz. Hoy este comentario queda abierto…. ¿Han llegado mis
profetas, guías y “mesías” y estoy sordo? ¿o la comunidad cristiana esta
moribunda, cansada y desorientada por ausencia de verdaderos líderes y
profetas?. Si alguien se siente como yo, que me ayude a escuchar al Espíritu en
este evangelio. No quiero enfurecerme y empujar hasta barrancos
para finalizar, como en este relajo, con Jesús alejándose de mi
R.G
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