lunes, 6 de enero de 2014

CONFÍAR Y ADORAR (Mt 2, 1-12)

Hoy es uno de esos días en los que me gustaría ser niña de nuevo. Recuerdo la ilusión con la que escribía la carta a aquellos magos con la seguridad de que me iban a traer la muñeca, el cinexin, la cocinita ó los airganboy que les había pedido; la alegría al ver la cabalgata; los nervios al ir a la cama y pensar que iban a venir a mi casa; el asombro y la sorpresa al levantarme y comprobar que todo era real.

Puedo decir que confiaba en Melchor y adoraba (admiraba) a los reyes magos.

Los magos de oriente tampoco tuvieron dudas para encontrar a Jesús. Se pusieron en camino, siguieron la estrella, lo descubrieron y lo adoraron.

Aunque estaban lejos, fueron capaces de levantar los ojos de la tierra para ver que Dios se manifiesta y se hace presente. Descubrieron esa estrella diferente a las otras, la que tenía más brillo, la única que les guiaba. Confiados emprendieron un camino largo y desconcertante pero como recompensa encontraron al Niño y lo adoraron (le ofrecieron lo mejor que tenían).

Sabemos que para encontrar a Dios y hacerle presente en nuestra vida las actitudes tienen que ser de búsqueda y de confianza, estar seguros que si buscamos a Dios, Él nos guía pero ¿estamos en camino y dispuestos a dejarnos guiar?

Muchas veces nos hemos puesto en marcha, hemos recorrido diferentes etapas, en ocasiones hasta hemos dejado de ver la estrella y han aparecido las dificultades.

Pero tenemos pistas, sabemos que nunca vamos a encontrarle en la soberbia, ni en el poder, ni en la falta de caridad y vamos a descubrirle en lo sencillo, en lo habitual de cada día y en la solidaridad con los demás.

Navidad es tiempo de adorar. Ojalá hoy nos pongamos delante del Niño, contemplemos su rostro, escuchemos su voz y le adoremos (entreguemos y ofrezcamos lo que somos y tenemos agradeciéndole su presencia).

Yo sigo en marcha porque Él me sigue sorprendiendo con su presencia.

R.A.

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