domingo, 12 de enero de 2014

EL BAUTISMO DE JESÚS, EL SEÑOR (Mt 3, 13-17)

Yo no me acuerdo de mi bautizo, porque era demasiado pequeña. Ahora cuando me pongo a pensar y me da pena, hubiese sido bonito recordarlo. Aunque a lo largo de mi vida he tenido la posibilidad de renovar sus promesas y de vivir en primera persona el bautizo de mis hijos. En esos momentos me he sentido también renovada por dentro, y querida por Dios como una hija, como le ocurrió a Jesús.

También Jesús vivió este momento. La grandeza de Jesús radica en su cercanía y humildad. Es uno como uno de nosotros. La naturaleza humana nos hace cambiar cuando nos sentimos importantes. Importantes porque hemos hecho o conseguido algo que nos hace sentirnos mejor que el resto. Y nos olvidamos de la humildad. Aquí Jesús nos de una lección, por eso sus palabras y sus hechos nos llegan hasta el corazón, porque se pone en el lugar del bautizado, del trabajador, del hambriento, del que sufre, del solo,…

Al igual que a Jesús, renovar nuestro bautismo nos da la fuerza del Espíritu para vivir nuestra vida con otro sentido, otra prespectiva,…me hace ponerme en el lugar del otro, disfrutar del momento que vivo, me ayuda a enfrentarme a mis miedos con más serenidad y valor, me hace sentirme querida por Dios, me da paz.

Que este 2014 que hemos comenzado tengamos la posibilidad de renovar las promesas del bautismo y nos haga sentirnos hijos amados de Dios con la fuerza de su Espiritu.

AA

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