Imagino la alegría de aquel mendigo acostumbrado a oír a la gente pasar de largo a su lado cuando siente que Jesús se acerca, le mira, le habla y le toca. Es esa cercanía cariñosa y su confianza ciega (se lava los ojos sin dudarlo) las que le curan y es a partir de aquella experiencia de encuentro cuando empieza a ser un hombre nuevo pese a los juicios de los fariseos.
Para mí, es fácil sentir la cercanía de alguien que me quiere, me escucha y me entiende y así siento yo la presencia de Jesús en mi vida, esas experiencias de encuentro con Él, me hacen ser una persona nueva aunque a veces siga con miedos y cegueras. Pienso y me pregunto si me paro, quiero, escucho y tiendo la mano a quien está necesitado ó estoy ciego con mis cosas, preocupaciones y falta de tiempo.
Hoy más que nunca necesitamos mirar la vida con una mirada nueva, quitarnos las vendas que nos ciegan de marginación, corrupción, violencia y egoísmo para descubrir tonalidades más luminosas como la solidaridad, el servicio, el perdón, la paz y la justicia.
Jesús se ha convertido en la LUZ que ilumina mi vida y mis cegueras. Es esa luz la que me permite mirar de otra manera. En mi día a día intento mirar con una mirada limpia, alegre, humilde, compasiva, sincera, amable, acogedora y que contagia esperanza.
Hoy más que nunca necesitamos mirar la vida con una mirada nueva, quitarnos las vendas que nos ciegan de marginación, corrupción, violencia y egoísmo para descubrir tonalidades más luminosas como la solidaridad, el servicio, el perdón, la paz y la justicia.
Jesús se ha convertido en la LUZ que ilumina mi vida y mis cegueras. Es esa luz la que me permite mirar de otra manera. En mi día a día intento mirar con una mirada limpia, alegre, humilde, compasiva, sincera, amable, acogedora y que contagia esperanza.
A veces es difícil pero el reto es bonito:
“mirar la vida con una mirada nueva”. ¡Inténtalo tú también!
R.A
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