Me quedo con estas cuatro palabras de la lectura. Inicialmente no las había tenido en cuenta, pero después de releer varias veces el texto, se me hizo la luz.
¿Por qué esta cuatro palabras?
Imagino la conmoción que causaría en los judíos de la época la confirmación de que aquel hombre, Jesús, iba a ser quien pusiera fin a cientos de años de esclavitud y sometimiento del pueblo judío - ¡POR FIN IBAN A SER LIBERADOS ¡ -
Hoy en día, en vez de romanos, tenemos otro tipo de opresores (cada cual que les ponga sus nombres) que ejercen un tipo de esclavitud más sofisticada, y al igual que hace 2.000 años, seguimos en actitud de espera a que las cosas, como dicen los que tienen los pies encima de nuestros hombros, se arreglen confiando en la sabia Naturaleza, aquella que brota por Primavera; o bien a la espera de un nuevo Líder, que al estilo Moisés, provoque una especie de tsunami y hunda en el fondo del océano a todos los malvados y corruptos opresores de nuestro pequeño mundo.
Esto último podría ser también lo que pensaban los que esperaban la ansiada liberación del pueblo judío. Aquellos que vieron en Jesús el líder político-militar que organizaría la revolución, el que les salvaría del opresor, el MESIAS.
Sin embargo, el camino hacia la salvación no iba a estar marcado por una revolución sangrienta, sino por la acción de dos potentes armas de construcción de un mundo mejor –aquí…, en la tierra-. Su nombre: AMOR y SACRIFICIO, capaces de transformar la espera en ESPERANZA.
Como banda sonora para este espacio, propondría “My Sweet Lord” – “Mi dulce Dios”- de George Harrison.
A.D. (grupo Betania)
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