La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros
Juán comienza su evangelio así. Me recuerda al trailer de una película. El avance de lo que nos espera si nos leemos el evangelio de Juan. Y aunque es bastante simbólico, la “peli” va de la promesa de un Padre. La promesa conlleva voluntad de cumplir algo. Quizás suene abstracto, pero todos recordamos promesas que no hemos cumplido, o que no hemos podido cumplir, pero teníamos voluntad de hacerlo. Y aún más cuando se lo prometemos a nuestros hijos.
esperanza y amor. Nos dice “la Palabra era la luz verdadera”. La luz verdadera… es curioso, en navidad ponemos luces en las casas, en nuestros árboles navideños, que adornan pero iluminan poco. La luz verdadera debe ser más, la linterna que usamos en los pueblos o las farolas de la ciudad que nos permite ver el camino. O la linterna que usamos los médicos para ver si hay placas de pus en la garganta. La luz que nos abre los ojos, nos aparta del mal, “las tinieblas” y nos hace ver lo importante de la vida.
Hoy en día que nuestro poder adquisitivo baja, que la inestabilidad laborar aumenta, nos sentimos en crisis, y nos lamentamos y nos sentimos desgraciados. Pero entonces nace Jesús, la promesa de Dios hecha carne, y nos dice: ¡Da la luz!. Deja de quejarte, mírate por dentro y descubre que haces mal, y cámbialo por bien. Y después ¡Proyecta luz!, es decir ama, ama a tu familia, a tus amigos, a los que no conoces,… ayuda, comparte, vive.
Hoy de nuevo nace Jesús en nuestros hogares y acampa en nuestros corazones. Recíbelo, siéntelo y emana luz en su nombre.
A.A.
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